Es una noticia difícil y devastadora. Existen diversas formas de reaccionar, estas dependerán de la personalidad del afectado, sus valores y creencias. Las más comunes son la angustia, tristeza, rabia y temor (emociones negativas), son naturales y forman parte de los mecanismos de adaptación y defensa. Incluso hay pacientes que niegan la enfermedad, a pesar de que el equipo médico le administre la información de manera precisa y detallada.
Pero más allá de esta primera reacción, lo importante, es la actitud que tome el paciente durante el proceso de curación. A continuación, vamos a describir dos emociones fundamentales que nos sirven de herramientas para luchar contra esta enfermedad.
El optimismo “es un estado de ánimo que provee fortaleza y autoconfianza, que nos inspira a luchar y a tener la seguridad de que podemos lograr lo que nos proponemos.
La esperanza, más que un estado de ánimo, es un sentimiento positivo que percibimos los seres humanos cuando tenemos la certeza de que las cosas van a salirnos bien” (Cala, 2013).
En este mismo orden de ideas, el psicólogo Martin Seligman (2002) describe entre sí. Mejoran la depresión causada por contratiempos; favoreciendo el rendimiento laboral y la salud física.
Considera que las personas optimistas son las que más aprovechan los éxitos y los convierte en algo repetido y continuo. De igual manera explica que el arte de la esperanza radica en encontrar causas permanentes para los sucesos positivos junto con causas transitorias para los adversos.
Sobre este tema, diversas investigaciones realizadas en importantes hospitales, tenían el objetivo de investigar el rol del optimismo como predictor de sobrevida en poblaciones de pacientes con cáncer. Entre los cuales podemos mencionar:
“El optimismo disposicional predice el estado de supervivencia 1 año después del diagnóstico en pacientes con cáncer de cabeza y cuello” (Allison, 2003).
En el Centro Hospitalario Universitario de Clermont-Ferrand, Francia (1997-1998), se realizó un estudio en 101 pacientes con cáncer de cabeza y cuello, donde se demostró que independientemente de otros factores pronósticos (socio – demográficos y clínicos), los pacientes pesimistas con este tipo de cáncer, tienen mayor riesgo de fallecer un año después del diagnóstico, a diferencia de los pacientes optimistas que tienen mayor sobrevida.
Asimismo, el “optimismo realista” del paciente frente al cáncer puede favorecer la adhesión de los tratamientos y quienes eviten depresiones reactivas logran en casos curables menores tasas de recaídas y en cánceres de mal pronóstico, sobrevidas mayores y mejor calidad de vida (Correa, 2011).
Los pacientes tienen derecho a flaquear, a llorar si necesitan desahogarse y a buscar apoyo familiar y psicológico si así lo desean. Hay momentos en que el optimismo y la esperanza se ven reducidas por los acontecimientos que se presentan. Solo recuerda que mantener pensamientos negativos de manera constante y exagerada te genera sufrimiento, que debilita tu sistema inmune, tu arma más eficaz para combatir la enfermedad.