Uno de los mayores obstáculos a los que nos enfrentamos hoy en día para prestar cuidados oncológicos de calidad es la escasez de profesionales de la salud con formación.
En muchas partes del mundo, y en particular, en las regiones remotas y rurales, hay una gran escasez de profesionales de la salud dedicados al cáncer (sobre todo de oncólogos y enfermeros de oncología). De hecho, en algunos países no cuentan con oncólogos clínicos que proporcionen cuidados1.
A la escasez de oncólogos generales se suma también la falta de oncólogos especialistas como por ejemplo: ginecólogos oncólogos con conocimientos y experiencia en cáncer de ovario, de cuello de útero, de vagina, etc.2; o en oncología pediátrica, ámbito en el que existen muy pocos enfermeros y profesionales clínicos especializados en cáncer infantil.
Con el aumento del número de casos de cáncer y la ampliación de la brecha de formación, la presión sobre los profesionales de la salud y los sistemas sanitarios incrementa, lo que repercute en la calidad de los cuidados a los pacientes y exacerba aún más las disparidades existentes en el cuidado del cáncer.
La inadecuada formación de los profesionales de la salud es una de las cuestiones más urgentes que hay que tratar para ofrecer y recibir cuidados oncológicos de calidad.
Para garantizar el diagnóstico preciso y el tratamiento de calidad, tenemos que hacer frente a la falta de formación. Una forma de hacerlo es formar a los profesionales de la salud de todas las etapas del cuidado del cáncer.
Además, se puede formar a los profesionales de la salud para que sean capaces de reconocer síntomas y signos precoces, de comprender las medidas apropiadas para la detección precoz, de velar por la administración correcta y segura de los tratamientos oncológicos, incluidas la quimioterapia, la radioterapia y la cirugía, y de ofrecer cuidados paliativos y tratamiento para el dolor y el malestar.