El acceso a diagnóstico y a los tratamientos de cáncer que salvan vidas debe ser igual para todos, independientemente de la identidad de la persona, de su nivel de formación, de su nivel de ingresos o de en qué parte del mundo viva. Si solucionamos la falta de igualdad, podemos salvar millones de vidas.
El cáncer no es solo un problema de salud. En el fondo, es también una cuestión económica, de derechos humanos y de justicia social.
La identidad de la persona, su nivel de formación, su nivel de ingresos o en qué parte del mundo viva, o incluso en qué parte de su país, determinan si el cáncer se diagnostica, se trata y se atiende de manera adecuada y rentable.
La igualdad supone que todas las personas tienen derecho a acceder a servicios esenciales de calidad contra el cáncer en igualdad de condiciones y en función de sus necesidades, no de su capacidad para pagar.
Países de rentas medias y bajas
Dato clave: alrededor del 70 % de las muertes por cáncer se produce en países en desarrollo, los peor equipados para hacer frente a la carga del cáncer1.
Los pacientes que viven en países de rentas medias y bajas y cuyo cáncer podría curarse en otras circunstancias, muchas veces sufren y mueren de forma innecesaria por falta de conocimiento, de recursos y de acceso a servicios oncológicos de calidad y asequibles.
Además, no suele haber sistemas ni programas de salud pública de calidad ni se invierte en ellos, y, en estas situaciones, muchos cánceres se diagnostican en una fase avanzada, lo que reduce las posibilidades de que se traten a tiempo haciendo que los resultados empeoren.
Dato clave: ¿sabía que el 90 % de los países de rentas medias y bajas no tiene acceso a la radioterapia, que es una de las herramientas fundamentales para tratar el cáncer?2
También existen grandes desigualdades en determinados grupos de población: la indígena, la inmigrante, la refugiada, la rural y las de nivel socioeconómico inferior en todos los países.
En general, las diferencias en materia de ocupación, sexo, etnia y, sobre todo, educación están relacionadas con factores de riesgo comunes del cáncer, como la mala alimentación, el consumo de tabaco y el tabaquismo pasivo y el abuso del alcohol.
La desigualdad en el acceso a servicios oncológicos guarda una estrecha relación con el nivel socioeconómico: los grupos de población vulnerables y con menos ingresos no pueden permitirse los medicamentos para tratar el cáncer y se enfrentan a otros obstáculos de acceso, como sufragar el transporte y el alojamiento para acceder a centros de tratamiento de calidad.
La desigualdad de género en cuanto a poder, recursos y cultura dificulta a muchas mujeres el acceso a servicios oncológicos esenciales. En los países de rentas medias y bajas, es posible que se dé una prioridad menor a los tipos de cáncer que afectan a las mujeres, como el de mama y el de cáncer de cuello de útero, y la inversión en el cribado, la detección y el tratamiento de estos cánceres es limitada3. El ámbito de mayor desigualdad es el del cáncer infantil, con tasas de supervivencia superiores al 80 % en países de rentas altas y que no llegan al 20 % en países de rentas bajas4.
Las personas que viven en zonas rurales o remotas pueden presentar distintos resultados y tasas de supervivencia al cáncer. Con frecuencia, la presencia de servicios oncológicos es desigual, ya que estos suelen concentrarse en zonas urbanas. Como consecuencia, el acceso a dichos servicios así como a profesionales de la salud especializados disminuye a medida que aumenta la distancia respecto a las ciudades más grandes.
Hay algunas formas de ayudar a reducir esta desigualdad, como: