La palabra salud proviene del latín y se relaciona con dos sustantivos femeninos salus – utis y sanitas, las cuales hacen referencia al buen estado físico y a la idea de conservación de algo. La definición más conocida de salud es la propuesta por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1946, concibiendo ésta como «un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad» (Bandres, 2019).
Con dicha definición sale a relucir la palabra Bienestar, un estado que para cada ser humano puede ser diferente. Es un concepto subjetivo, que puede tener representaciones muy diferentes en la mente de cada individuo, dado que el bienestar está íntimamente relacionado con las necesidades y los gustos de las personas (Pérez, 2013).
La Sociedad Anticancerosa de Venezuela (SAV) en abril mes mundial de la salud, lanza la campaña “Salud y bienestar es la meta”. Basada en el tercer Objetivo de Desarrollo Sostenible de la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud “Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades”, que tiene como finalidad reducir en un tercio la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles para el 2030 mediante la prevención y el tratamiento y promover la salud mental y emocional (Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud, 2017).
La SAV siendo una organización cuyo fin es la prevención del cáncer, se enfoca en este artículo, en brindar herramientas a los pacientes oncológicos para incrementar su bienestar.
En el transcurso de una enfermedad grave como el cáncer, habrá emociones y pensamientos negativos. Los sentimientos de estrés, preocupación y tristeza son respuestas normales a una situación no deseada e inesperada como lo es esta patología. A veces, estos sentimientos pueden desencadenar ansiedad o la depresión, si no se cuentan con herramientas para la autogestión de las emociones negativas. Sobrellevar esta nueva realidad implica esforzarse y encontrar formas de reagruparse y seguir adelante (Hospital de Investigación Infantil St. Jude, 2018).
El diagnóstico de cáncer asociado a la situación de confinamiento y crisis sanitaria ha supuesto un desafío para la mayoría de las personas respecto a la gestión de sus emociones. Se ha hecho indispensable adquirir herramientas físicas y psicológicas, para propiciar una mejor adaptación y afrontar la incertidumbre y poder generar emociones agradables, a pesar de las dificultades, y crear maneras de reducir o manejar el estrés (Giménez, 2018).
“La vida constantemente nos pone ante un dilema: bloquearnos y profundizar en el sufrimiento, o adoptar un enfoque resiliente y de aprendizaje, adaptándonos a la situación de un modo productivo para nuestro bienestar emocional (Giménez, 2018).
Para enfrentar no solo una enfermedad como el cáncer sino la vida diaria es importante hablar de “Inteligencia Emocional”. Goleman (1998) la describe como la capacidad para reconocer los propios sentimientos y los de los demás, para motivarse y gestionar la propia emocionalidad y las emociones en las relaciones interpersonales.
Las competencias emocionales son una herramienta indispensable para canalizar nuestras emociones, independientemente de la situación que se esté viviendo, pueden definirse como el conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales (Bisquerra, 2003). Los principios o competencias emocionales básicas en una adecuada inteligencia emocional son: el autoconocimiento, autocontrol, automotivación, empatía, habilidades sociales, asertividad, proactividad y creatividad en la forma de afrontar y resolver problemas. Identificar, conocer y mejorar nuestras competencias emocionales nos va a ayudar a manejar mejor nuestro mundo emocional, a relacionarnos mejor con los demás, va a facilitar la consecución de nuestras metas y objetivos y en definitiva, va a hacer progresar nuestro bienestar y nuestro crecimiento personal (Giménez, 2018).
Sobrevaloramos el pensamiento y desvalorizamos lo emocional. Tratamos de resolverlo todo pensando. La inteligencia emocional está de moda y podría parecer que hoy en día sabemos más sobre nosotros mismos y nos gestionamos mejor. Pero la realidad parece ser otra. Comúnmente, no tenemos mucha idea de lo que ocurre en nuestro interior. Desconocemos lo que sentimos y enmascaramos muchas de las emociones que son guía de nuestro estado, nos orientan y nos preparan para actuar. Nos ayudan a regularnos ante las diferentes experiencias que vamos viviendo tanto buenas como de aprendizajes (Fernández, 2020).
Las emociones son señales a las que debemos prestar atención y que necesitamos interpretar, por ejemplo: el miedo nos dice que estamos en peligro, la tristeza que hemos perdido algo importante, etc. Si le diéramos relevancia a la función principal que juegan nuestras emociones en el funcionamiento y bienestar propio podríamos concluir que ignorarlas, subestimarlas, despreciarlas o negarlas nos va a conducir a vivir sin una información muy valorada para nuestras vidas. Asimismo, afectará también a la calidad de nuestras relaciones porque lo más probable es que tratemos de la misma forma el mundo emocional de los demás. Si censuramos nuestras emociones acaban expresándose en nuestro cuerpo en forma de tensiones, contracturas, malestar, cansancio, insomnio, incluso en ciertas enfermedades físicas (Fernández, 2020).
Cuando recibes un diagnóstico de cáncer, el afectado se puede sentir perdido y agobiado por la serie de emociones negativas que se generan como son: ansiedad, tristeza, rabia e incertidumbre. La idea de gestionar esas emociones y usarlas a su favor se vuelve incomprensible. Las emociones positivas o negativas son útiles en el sentido que nos ayudan a movernos adaptativamente por el mundo. Es necesario poder vivir y validar todas las emociones sin penalizarlas (Fernández, ob.cit).
Seligman (1999) explica mediante la teoría del PERMA que podemos incrementar las emociones positivas, no a costa del intercambio o transposición con las negativas, sino como herramienta para lidiar con ellas. Las emociones positivas nos permiten experimentar bienestar en nuestras vidas, ejemplos de ellas pueden ser la paz, la gratitud, la satisfacción, el placer, la inspiración, la esperanza, la curiosidad o el amor. Por su parte, Fredrickson (2001) resalta que tanto las emociones negativas como las emociones positivas tienen una función adaptativa, pero actúan en escalas de tiempo distintas. Las emociones negativas como el miedo, la ira o la ansiedad nos preparan para realizar una conducta de supervivencia en una situación de peligro. Nos preparan para una reacción inmediata. En cambio, los beneficios adaptativos de las emociones positivas son a más largo plazo. Las emociones positivas ayudan a construir un conjunto de recursos personales (físicos, intelectuales y sociales) que el individuo puede aprovechar posteriormente para afrontar una dificultad, escogiendo opciones más creativas.
Consejo > Es de suma utilidad aprender a soltar las emociones (rabia, ira) una vez hayan cumplido su función, no apegarnos o engancharnos a ellas.
La adaptación al cáncer no es un evento aislado y único, sino más bien una serie de respuestas constantes que permiten a la persona ir desempeñando múltiples tareas relacionadas a la vida con cáncer. Esto ocurre en los pacientes que tienen la capacidad de reducir al mínimo las perturbaciones en sus distintas áreas de funcionamiento, regulando el malestar emocional y manteniéndose enfocado en los aspectos de la vida importantes para ellos. El <estilo de afrontamiento>se refiere a la estrategia más utilizada por la persona para hacer frente y combatir las distintas situaciones de la vida. Los pacientes con cáncer cambian sus estrategias de afrontamiento dependiendo de la magnitud de su respuesta emocional y de su habilidad para regularla, de las oportunidades con las que cuentan para solventar los problemas que le surgen en cada situación y de los cambios que se producen en la relación de la persona con el entorno (Chinea, 2016).
La Asociación Española Contra El Cáncer (2019) aconseja sobre cómo gestionar las emociones en los procesos oncológicos:
La experiencia de una enfermedad se vive individualmente, y el mismo tipo de enfermedad tiene significados diferentes para cada sujeto. Hay personas con diagnóstico de cáncer que durante el proceso de enfermedad se conocen, incrementan su amor propio, potencian sus fortalezas y virtudes, pero otras no cuentan con recursos emocionales suficientes y son las que están propensa a desarrollar trastornos psiquiátricos como ansiedad y depresión. Contar con una caja de herramientas para incrementar el bienestar nos ayuda a sobrellevar situaciones complejas como el diagnóstico y tratamiento de una patología neoplásica. Te invito a tomar de la caja las herramientas que más se adapte a ti.
“El gran arte de vivir radica en el sentir, sentir que existimos, incluso en dolor. Lord Byron.”
Enfócate en el aprendizaje y en vivir un día a la vez. No te quedes anclado en el “porqué” estoy atravesando la situación sino el “para qué, en la enseñanza. Quizás lo que hoy parece una tormenta en tu vida, mañana entenderás que eran solo unas gotas de lluvia que te limpiaron el camino.