Con más de 141 millones de contagios y 3 millones de personas fallecidas, la pandemia por COVID-19 generó un vuelco de 180º en la vida de todos los habitantes del planeta en menor o mayor medida. Para las personas vulnerables, incluidos los pacientes con cáncer, los efectos han sido aún más severos. Esto es debido al alto riesgo de desarrollar formas graves de COVID-19 y en otros casos, la muerte.
Lo anterior, propiciado por múltiples factores, tales como: pausar, detener o no iniciar el tratamiento anticanceroso debido a la infección por SARS-CoV2. Temor a contraer el virus. Detener o limitar las revisiones regulares y la monitorización entre otros (Sociedad Europea de Oncología Médica, 2021).
Los pacientes que están recibiendo tratamiento en la actualidad, los portadores de cáncer avanzado y especialmente los pacientes con cáncer de pulmón muestran mayor riesgo de desarrollar enfermedad grave y de mortalidad por la infección. Es posible que los pacientes con tumores sólidos, particularmente en el primer año tras el diagnóstico, también tengan un riesgo más elevado, mientras que el riesgo desciende al basal, pasado los 5 años desde el diagnóstico de cáncer. Dicho riesgo podría verse aumentado si se asocian otros factores de riesgo como la edad avanzada u otras comorbilidades (cardiopatías, diabetes, tabaquismo otros) (Sociedad de Oncología Médica y Pediátrica del Uruguay, 2021).
Con la llegada de las vacunas contra el COVID-19, una esperanza se ha abierto para controlar el virus que ha ocasionado tantas muertes en todo el mundo. Los datos que hay sobre estas vacunas revelan que son seguras en la población general; sin embargo, es necesario tomar en cuenta que los estudios clínicos disponibles para el desarrollo de las vacunas contra COVID-19, no incorporaron pacientes oncológicos. Es importante destacar que como en otras infecciones virales, las vacunas con virus vivos o atenuados están contraindicadas en este tipo de pacientes. Pero las vacunas inactivadas, recombinantes, de subunidades de proteínas y de ácidos nucleicos como ADN o ARN, pueden ser administradas con seguridad (Sociedad de Oncología Médica y Pediátrica del Uruguay, 2021).
La Sociedad Europea de Oncología Médica (2021), sociedad científica que representa a más de 25.000 profesionales de la oncología, propone lo siguiente: “vacunar a todos los pacientes de cáncer” en concordancia con los principios de la OMS, los cuales pretenden reducir las muertes y la carga de la enfermedad. Los pacientes con enfermedad activa o que reciben tratamiento anticanceroso merecen una prioridad adicional solo en caso de que existan limitaciones.
En conclusión, se recomienda a los pacientes con cáncer en actividad o sobrevivientes que se vacunen contra el COVID-19, y se apoya a que cada paciente sea valorado individualmente (Sociedad Europea de Oncología Médica, 2021).
Para ampliar más sobre el tema de “Vacunación contra el Covid-19 en pacientes oncológicos”, contamos con la experiencia, trayectoria y conocimiento del Dr. Santiago Bacci Isaza. A quien agradecemos su apoyo para compartir tan oportuna y necesaria información con nuestros pacientes oncológicos. Médico Internista-Infectologo del Hospital Vargas y el Centro Medico de Caracas. Es graduado de Médico cirujano (1985) de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Escuela Vargas. Médico internista UCV/ Hospital Vargas (1990). Médico Infectologo, Hospital Vargas (1992). Research Fellow Harvard University (1992-1993).
Sus redes sociales son @santiagobacci por twitter e Instagram y su correo electrónico: sbacci@gmail.com.
Aunque en la primera fase de prueba de las vacunas disponibles los pacientes con cáncer no estuvieron representados en un número considerable, la matriz de opinión es que sí deberían recibir la vacuna, previa evaluación por su médico tratante, el cual le explicará los riesgos y beneficios de la vacunación.
Millones de personas corren un mayor riesgo de enfermarse gravemente por COVID-19 porque están inmunodeprimidos. Estas personas vulnerables representan aproximadamente el 3% de la población adulta.
A pesar de que los pacientes inmunodeprimidos tienen sistemas inmunológicos que responden de manera menos robusta a las vacunas, éstas deberían proporcionar algún nivel de protección contra COVID-19, lo cual es mejor que ninguna protección. En este sentido, la eficacia de las vacunas dependerá del estado general de inmunosupresión de cada paciente en el momento de recibir las dos dosis de la vacuna.
Por lo tanto, es de vital importancia que las personas inmunodeprimidas se den cuenta de que no son necesariamente inmunes después de recibir la vacuna, por lo que resulta necesario no relajar las conductas de la salud pública, ya conocidas durante esta pandemia.
Al igual que el razonamiento para otras vacunas, la vacunación se debe llevar a cabo, si es posible antes del ciclo correspondiente de quimioterapia o preferiblemente pasados 10-14 días el inicio de su terapia. Las vacunas son seguras, pero la respuesta inmunológica podría ser inferior en presencia de alguna inmunosupresión por drogas y los efectos secundarios de la vacuna podrían hacer sentir peor a un paciente ya afectado por algún síntoma de su quimioterapia.
De manera abrumadora, las guías de mejores prácticas actuales en todo el mundo recomendaron la continuación del tratamiento de inmunosupresión en los pacientes que lo requieran, excepto, quizás, para la terapia con corticosteroides en dosis altas y en pacientes con factores de riesgo asociados de enfermedad grave por COVID-19.
Por lo tanto, los pacientes con tratamientos inmunosupresores y esteroides deben ser individualizados por su médico oncólogo.
Esto incluye:
NOTA> Todavía no hay suficiente información disponible para estar seguro de cómo el COVID-19 afecta a las personas que toman medicamentos como: rituximab, ciclofosfamida, alemtuzumab y cladribinaocrelizumab. Si toma uno de estos medicamentos, tiene un riesgo muy alto de enfermarse gravemente si contrae COVID-19.
Sí. Los supervivientes de cáncer deberían vacunarse al igual que el resto de la población.
Las personas que están muy inmunodeprimidas no pueden recibir ciertas vacunas, como la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola, porque la vacuna contiene virus vivos debilitados que son demasiado peligrosos para el sistema inmunológico dañado. Las actuales son seguras. Más bien, la preocupación es que la vacuna, no funcione tan bien en esta misma población.
En definitiva, como se mencionó, las dosis altas de esteroides pueden hacer inferior la producción de anticuerpos que se busca con la inoculación.
La preocupación principal del personal de salud no está generalmente relacionada con la seguridad de las vacunas, sino de la respuesta de anticuerpos y otros mecanismos de defensa a la vacunación. Este tema se está estudiando activamente, pero se sospecha que esta respuesta inmune post vacuna podría ser inferior a la observada en la población general sin inmunosupresión derivada del cáncer.
La vacunación contra el COVID-19 es la única manera de detener la propagación del virus y proteger a la población de la infección. Los pacientes oncológicos, que están recibiendo tratamiento activo o aquellos con un cáncer avanzado, y especialmente, los pacientes con cáncer de pulmón y neoplasias hematológicas, son los de mayor riesgo de enfermedad grave y mortalidad por la infección. Por lo tanto, es preciso priorizar en las estrategias de vacunación para los pacientes oncológicos con enfermedad activa y/o tratamiento antitumoral. No obstante, se reafirma la recomendación de vacunar a todos los pacientes diagnosticados de cáncer, incluyendo aquellos que se encuentren en remisión completa y en seguimiento en cuanto sea posible (Oncoavanze, 2021).
Las vacunas con virus vivos o atenuados están contraindicadas en pacientes oncológicos.
No hay contraindicación para la vacunación durante el tratamiento oncológico.
Si ya estas vacunado, debes mantener las medidas de distanciamiento social, mascarillas y resto de medidas higiénicas, debido a que los datos de los ensayos no permiten evaluar la capacidad infectiva de los individuos vacunados.